domingo, 24 de febrero de 2013

martes, 5 de febrero de 2013

De una dulzura arrebatadora...



Por todas las veces que se nos quiebran las alas, por las veces que se nos churramasquean, por las veces que dejamos de sentirlas por el frío y la escarcha adherida en el alma... y también por todas esas veces en que un caminar pausado, una sonrisa sincera, una mirada clara nos eleva por encima de las dificultades, porque siempre aparece algo o alguien que nos recuerda que están ahí, que a pesar de todo siguen estando ahí.
Y de un encuentro extraño, singular, fugaz con tres personajes femeninos vestidos como las hadas buenas de los cuentos infantiles que leía de pequeña. En primer lugar el hada de mediana edad, detrás, la joven sosteniendo con su brazo a la anciana. Su caminar tenue invitaba a observar con todos los sentidos el entorno verde que nos envolvía, un saludo y una sonrisa abierta y sincera, y el encuentro de las miradas, claras, transparentes, vivaces.
Cual era el papel de estas hadas en este cuento en el que la trama principal era caminar  una tarde de febrero por un lugar mágico no lo sé, pero lo que sí sé es que volví a sentirme niña, volví a sentir mi cuerpo, volví a agradecer, volví a sonreír sin una causa aparente, volví a mirar como lo haces de pequeña, descubriendo la dicha de estar ahí, presente.