Y de un encuentro extraño, singular, fugaz con tres personajes femeninos vestidos como las hadas buenas de los cuentos infantiles que leía de pequeña. En primer lugar el hada de mediana edad, detrás, la joven sosteniendo con su brazo a la anciana. Su caminar tenue invitaba a observar con todos los sentidos el entorno verde que nos envolvía, un saludo y una sonrisa abierta y sincera, y el encuentro de las miradas, claras, transparentes, vivaces.
Cual era el papel de estas hadas en este cuento en el que la trama principal era caminar una tarde de febrero por un lugar mágico no lo sé, pero lo que sí sé es que volví a sentirme niña, volví a sentir mi cuerpo, volví a agradecer, volví a sonreír sin una causa aparente, volví a mirar como lo haces de pequeña, descubriendo la dicha de estar ahí, presente.
4 comentarios:
nuestra patria es la infancia, o eso dicen los que saben de escribir.
encantador el tema de Zaz, encantadora entrada.
abrazo.
sonreír sin motivo aparente, volver a ser un niño... son (raros) momentos de dulzura arrebatadora, cierto, hay que guardarlos como oro en paño!
Raúl, sonreír sin motivo aparente intuyo que forma parte de tu hacer diario, así que enhorabuena!!!
David, encantada que pases por mi humilde blog, nada comparable al tuyo. Por cierto, has cambiado a términos navales, desconozco tus motivos, y desconozco la terminología, así que he estirado de Wikipedia y continuo perpleja, necesito aprender mas, todos estos navíos son de guerra, bueno alguno comercial también. Me quedo con el último.
Con permiso, Intemperancia Verbal, es el blog de David. Animaros y pasar por él, vale la pena.
Y lo dicho, si he de elegir entre galeón, trirreme y balandra, me quedo con balandra sin duda.
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